jueves, 11 de abril de 2013

LA JAULA


En la oscuridad de mi jaula, desnudo y desconsolado, 

recuerdo de su voz retumba en

 mi cabeza. 
No tengo permiso para tocarme y sé que debo mantenerme arrodillado y con las manos tras mi espalda. He de ser fuerte y demostrar a mi Señora que obedezco absolutamente todos sus deseos.
El dolor en mis rodillas empieza a pasar factura y me veo en la obligación de flexionarlas dentro de lo posible en mi reducida jaula. Sin embargo, el único movimiento que el reducido tamaño de mi jaula me permite es posar ligeramente mis nalgas sobre mis talones, y volver a separar mis nalgas unos 10 centímetros de mis talones. 
Me mantengo haciendo estas lentas “sentadillas” cada 2 ó 3 segundos como único alivio contra el dolor. Durante este interminable sube-y-baja, de vez en cuando mi pene roza mis muslos, provocándome algo de placer, pero separo mis muslos para evitar cualquier posible erección, pues mi Señora no me ha concedido el permiso de tocarme.

Pasa el tiempo y el recuerdo de mi Señora y su voz continúan retumbando en mi cerebro aumentando mi ansiedad por Ella. La necesidad de beber a pasado a un segundo plano y más que nunca me surge una angustiosa necesidad de sentir a mi Señora. 
Derrumbado física y emocionalmente, descanso mis nalgas sobre mis talones. 
Mi ansiedad por Ella me hace estremecer y aunque siempre mantengo mis manos sobre la espalda, aprieto mis nalgas contra mis talones con fuerza, intentando forzar mis genitales contra el suelo. Un ligero roce de la parte inferior de mis testículos contra el suelo me provoca un extraño placer. Separando mis talones para evitar el choque con mis nalgas, consigo bajar mis genitales aún más hasta notar perfectamente mi pene posando sobre el suelo y mis testículos sufriendo una presión placentera. 
Sin embargo, y a pesar de intentarlo por un largo tiempo, no consigo una erección en condiciones, aumentando mi frustración. Cómo desearía poder tocarme! No puedo más, y la única postura que veo viable para aguantar arrodillado en mi jaula durante interminables horas es levantar mis nalgas y bajar mi cabeza y alternar con sentadillas. 
Por Usted lo aguanto todo. 
Usted es mi Señora, y yo estoy obligado a obedecer todos Sus Deseos


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